Se
despertó en mitad de la noche envuelto
en un sudor frío y blandiendo aún en el aire una inexistente espada mágica contra
enemigos que ya no estaban allí. Luego se miró las manos desnudas, sacudió la
cabeza y escudriñó a su alrededor...
Nada. Habían desaparecido los espectros y las voces
del más allá. Y sin embargo, sin saberlo explicar en pura lógica, sentía aún
sobre sí la mirada helada de sus cuencas vacías y el intenso olor a azufre que
se había traído del mal sueño. Se tranquilizó y cerró los ojos. Fue justo en
ese momento cuando saltaron sobre él como bestias hambrientas, arrastrándole de
nuevo hacía un abismo de pesadilla e imposible retorno.
¡Muy logrado, me gusta!
ResponderEliminarGracias, Feli. A veces la vida es una mala pesadilla.
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