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jueves, 19 de mayo de 2016

De madrugada


Ahora, mientras espera, aún puede soñar otro final para esa noche de estrellas. Que ella baja del tren y le sonríe. Que les envuelve un amor infinito hasta que amanece. Que no hay distancias irrecuperables ni tragedias que hagan imposibles los sueños… Pero todo le recuerda que ella no va a volver y no le quedan lágrimas que verter en más noches solitarias.

Cuando al fin oye el tren a lo lejos, cierra los ojos y se abandona. Ya no siente el dolor de sus recuerdos. Solo la humedad del suelo empapando su espalda y el frío gélido del raíl bajo su nuca. 

sábado, 14 de mayo de 2016

Una cruz de día


La patrulla enemiga acababa de sorprenderlo entre la espesura y aunque calibró varias opciones, todas ellas parecían tener mal augurio. Le temblaban las manos que mantenía en alto, los fusiles le apuntaban inclementes y, para colmo, el que daba las órdenes tenía poca vocación de hacer prisioneros:

—Cabo, tire una moneda. Si sale cara, convención de Ginebra; cruz, ley de fugas.

¿Pero por qué esa manía de mezclar el azar con las cosas serias? De haber llevado dinero encima, lo habría apostado todo a que acertaba cómo iba a acabar aquello. Porque lo cierto era que estaba en auténtica racha: esa misma mañana lo habían seleccionado junto a otro soldado para la misión suicida del día. Y el teniente sólo podía prescindir de un hombre:

—¡Que alguien tire una moneda!


domingo, 8 de mayo de 2016

Luna llena



La noticia se emitía por todas las cadenas en forma de titular inapelable y angustioso. Lo habían advertido algunos demógrafos. Lo anunciaba a gritos el ejército de visitantes que cada día saturaba las calles, el tráfico inmovilizado en las avenidas, las colmenas de apartamentos que se amontonaban en torno a las zonas turísticas. No quedaba sitio en los hoteles, ni en los chalets de las urbanizaciones superpobladas. Ni siquiera en los bancos de los parques tomados por los sintecho que mendigaban las migajas de la abundancia. Los políticos llamaban a la calma, pero preparaban sus maletas cargadas de culpa y dinero negro, para un éxodo convulso y desordenado.

Era el fin de la expansión de los asentamientos lunares y el inicio del colapso. Un caos inevitable que las portadas de los diarios resumían en una frase breve, explícita y dramática: “La Luna, llena”.