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sábado, 16 de agosto de 2014

Habeas corpus


—¡Óyeme, avenegra…!

 Los hijos de papá caídos en desgracia solían tratar al abogado Rivera como a un felpudo en días de tormenta. Era una de las razones por las que no los soportaba.

 —… Si mañana amanezco aquí de nuevo, por la tarde estarás tú en la cola del paro. ¡Así que gánate lo que te paga mi padre y mueve el culo!

Un encanto, pensó Rivera
; y a continuación le dedicó un silencio indiferente mientras ojeaba los cargos. Desde luego el tipo clavaba el perfil delictivo de los niños bien: altercado en un burdel, agresión a una señorita, daños al mobiliario, resistencia al agente, posesión de coca… El atestado continuaba luego refiriendo las frases con las que había amenizado el trayecto en el coche patrulla. Incluía lo de que no tenéis ni puta idea de quién es mi familia, que era todo un clásico en los alegatos de estos personajillos, pero le hizo gracia leer lo de que os va a temblar hasta la placa cuando os llame el intendente. Estaba claro que el insufrible reo era al menos original metiendo la pata, aunque Rivera no entendía cómo nadie en su casa le había explicado que tener la boca cerrada cuando venían mal dadas era síntoma de lucidez y augurio de mejor fortuna. Así que, a cada mal gesto de su defendido, se preguntaba por qué demonios en el bufete acababan siempre endosándole esos casos. Chasqueó la lengua, dejó la documentación sobre la mesa y apoyó en ella los codos para acercarse a su cliente.

 —Tenemos poco tiempo así que escúchame bien: Si por mí fuera, te llevaría ante el juez y le suplicaría que te encerraran en el módulo de los pervertidos y que luego tiraran la llave. Pero como tú dices, me pagan por sacarte de aquí, así que reza para que me vaya bien porque soy tu última oportunidad. De ahora en adelante tú estarás callado como una monja contemplativa y yo seré la voz del Altísimo, porque de no ser así dejaré tu caso y haré que se lo asignen a cualquier colega becario de los que llevan años haciéndome las fotocopias.

¿Qué demonios le pasaba a ese James Dean sobreactuado? ¿No había oído hablar del respeto? A fin de cuentas estaba allí para ayudarle… El niñato no pareció demasiado impresionado, pero cruzó los brazos y esperó las preguntas.

 —La chica está bastante magullada. ¿Querías matarla?
 —Esa furcia intentó robarme. Solo le di una lección
 —Ya. Háblame de la coca.
 —Iba a una fiesta. ¿Es delito querer pasármelo bien?
 —¿Con diez gramos? Menuda juerga te ibas a correr tú solo.
 —Soy generoso. Me gusta compartir con la gente.
 —Si te demuestran menudeo pasarás una larga temporada sin fiestas
 —¿Un camello yo? ¿Me tomas el pelo? ¿Te parezco un jodido dealer?
 —Lo que yo crea no tiene importancia. Es lo que opine el juez lo que debe preocuparte.
 —Mi padre se ocupará de eso.

 Cuando le venían con esas, Rivera maldecía su oficio y se levantaba bruscamente. Ni siquiera le consolaba entonces saber que era bueno en eso y que incluso ese monigote tenía derechos que debían ser protegidos.

 —Te diré lo que va a pasar —decía devolviendo la documentación a su maletín—: Irás ante el juez y descubrirás por su tono que tu padre no va a poder ayudarte en esto. Conocerás a un fiscal que será mucho menos amable que yo y te mearás encima pensando en la que te va a caer. Y que te quede una mínima opción de escapar a ese mal sueño o no, dependerá del humor que yo tenga en los próximos días, así que deséame un buen descanso. —Fue hacia la puerta y antes de salir le dio un último recado—. Por cierto, tu padre me encargó que te dijera que no va a pagar la fianza esta vez.

 Le supo mal soltarle aquello a bocajarro porque a fin de cuentas el chico no tenía toda la culpa de haber vivido huérfano. Huérfano de autoridad y de problemas hasta entonces y olvidado de padres de cartera fácil y tiempo escaso. Pero, de vez en cuando, Rivera echaba mucho de menos sus años en el turno de oficio.

 —¡Maldita sea, soy tu cliente!. ¡Vuelve aquí ahora mismo, avenegra!

 Respira, Rivera, respira…

4 comentarios:

  1. No sé si tienes la opción de "aprobar comentarios", pero no se refleja el que acabo de dejar. Por si acaso repito, si está duplicado, ya lo borras.
    Muy bien, maestro. Me gustó en su día y me sigue gustando, pero, si le parece bien, quisiera leerle nuevos relatos, que seguro tiene guardados en algún cajón.
    Un beso.

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    1. No, Lupe. Los comentarios pasan directamente "sin censura". Es extraño, pero a mí me pasó lo mismo hace poco con un comentario a un texto de Ultralax.
      Y bueno, ya sabes que estos son solo bocetos de historias incompletas, ejercicios de taller de narrativa. Quiero ir subiéndolos todos para tenerlos reunirlos y accesibles al personal, y luego poner algún texto nuevo. Poco a poco.
      Muchas gracias por tu fidelidad (cualquier día de estos emitiré una tarjeta de seguidor VIP y tu tendrás una, modalidad platino)

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  2. Realilla, deja que se ponga al día que esto de los blogs es muy chungo.

    Carmelo, un relato muy bueno. En tu línea.Comparto.
    Un abrazo.

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    1. Gracias Mar. Apúntate también el último párrafo del comentario a Realilla.

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