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jueves, 7 de agosto de 2014

Corintios, 13


Aunque repartiera todos mis bienes para alimentar a los pobres y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, no me sirve para nada. Que así lo hizo el Eleuterio y así le fue, rico como era y desvivido por sus hijos, y generoso ante el cepillo cuando se pasaba cada domingo en misa, y hay que ver el mal pago que tuvo ese buen samaritano, que a la que le vino la
enfermedad se vio más solo que el Señor en Jueves Santo y solo me tenía a mí; y eso de uvas a peras, que yo no puedo estar a todo, pero se le encendía la cara de alegría cuando iba a confortarle, a leerle esta misma epístola y otras que le gustaban, y a hablarle del consuelo en Dios cuando al final se le saltaban las lágrimas de pura soledad. Y cuando se barruntaron los deudos que su camino en este valle de lágrimas se acababa y veían cercano su tránsito a la vida eterna, bien que lo rodeaban y le lloraban por que no cambiara en el último minuto su testamento y los mandara a todos a tomar viento, Dios me perdone. Que si no llega el Señor a llevarse aún joven y tan de repente a la esposa, que era una santa que en Gloria esté, otro gallo nos cantara ahora, que no había mujer más fiel y valiente y hubiera puesto las cosas en su sitio. Mira su hija, lo bien que le vino la herencia y el poco consuelo que su padre recibió de ella, que en el Cielo que bien se ganó debe estar llorando al ver cómo se casa hoy la nieta que no llegó a conocer. Inescrutables son los caminos del Señor, qué gran verdad. Tiene uno que aferrarse a su fe y a la virtud del santo Job para entender por qué pasan algunas cosas que pasan. El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece. No se exhibe como Braulio, don Braulio, ahí lo tienes, en primera fila. Braulito, que me hacía yo cruces cuando se me confesaba de joven y ahora hay que verlo, distinguido y honorable, con la seguridad que da el dinero y el poco gozo de quien no lo comparte; que fui a pedirle para remozar la sacristía que se caía a pedazos, y me soltó con sorna lo de que fraile que pide por Dios pide por dos, que vaya usted a saber a cuento de qué me sacó el refrán; y hoy me viene a que le case al hijo, que es astilla de tal palo, pero hijo también de Dios al fin, bendita sea su santa voluntad, aunque me venga con prisas, que me incomodan estas bodas a todo correr… El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor no pasará jamás. Y esa nueva vida que lleva en sus entrañas la novia deberá ser testigo de ese amor, y aprender de él o echarlo en falta, que de todas las he visto yo en esta parroquia, felices este día y desgraciadas desde el siguiente; para que luego vengan a preguntarme que por qué quiere Dios eso y yo no sé qué decirles y les hablo de lo sagrado del sacramento y su indisolubilidad, ese dogma incuestionable de seminario, aunque la propia vida y mis años me hagan dudar a veces, Dios me perdone; y que a ira de Dios no hay cosa fuerte y que igual que abrió a Moisés las aguas del mar Rojo, así abrirá el corazón de los desalmados que no respetan a su esposa, aunque luego pocas veces le haya visto hacerlo, para qué decir otra cosa…”

Levantó la mirada del atril y se dirigió a sus feligreses.

—¿Palabra de Dios…?


4 comentarios:

  1. Y en estas, que tan bien explicas, yo me siento cristiano de pensamiento, porque no hay mejor antídoto que yo haya sentido, que el amor, para tanto desamor. No sé si existe Dios. ¡Mi duda existencial! Más, tanta contradicción con uno mismo,ni es llevadera, ni dura una eternidad. El hombre sigue siendo machista y el mundo sigue dividiendo, como se abrieron las agua del Mar Rojo. Por cierto que pena que los referentes bíblicos, se hayan convertido en una pauta de meapilas, olvidando que como mínimo es un referente cultural de máxima magnitud. Me encantó tu entrada.

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    1. Gracias, Ilde. A mí es que la cosa eclesiástica me ha marcado bastante, y en la mayoría de los casos no precisamente para bien. Voy poco por misa, pero cuando me hacen ir (bodas, bautizos y funerales) me da por pensar si en el interior de los propios oradores se aceptan sin reservas ciertas homilías aparentemente incuestionables

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  2. Sin ánimo de ofender, me pareció que era Susanita -la amiguita de Mafalda- quien estaba subida en el púlpito largando... Y sí, me ha encantado la colcha de retazos evangélicos. Y tampoco soy ya de los que siguen con las creencias que me inculcaron y marcaron hasta bien entrados los 40 años de vida (cuesta despegarse de las lacras bienintencionadas) y pensar ¿libre de toda influencia? Pues eso, que palabra de quien sea...

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    1. Jaja. Pues no te digo que no me influenciara Susanita, aunque yo era más de Felipe. Con tanta confesión, es probable que a más de un párroco se le instalara una Susanita en la conciencia a modo de Salvamedeluxe, o que le chirriase después tanto la hipocresía social de sus feligreses, como la de algunos discursos episcopales.
      Nos leemos por aquí

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